En un mundo hiperdigitalizado, los que vivimos la era analógica comenzamos a entender que algunas cuestiones que parecían parte del pasado, siguen teniendo la misma vigencia hoy que entonces. Los algoritmos nos exigen demasiado. Sufragar y mantener una identidad digital que, con su representación de sombras chinas, hace creer que configura y predispone la realidad en la que vivimos. Muchas voces están subrayando, en este contexto, la necesidad de hacer algo. Y quizá sea el momento de resucitar al fabulista francés Jean-Pierre Claris de Florian, que pasó a la posteridad por sus “Fables”, publicadas en 1793, contribuyendo a la cultura francesa con algunas píldoras de conocimiento universal como esa sentencia que ha quedado en frase popular para las siguientes generaciones: “Pour vivre hereux, vivons cachés” (Para vivir felices, vivamos escondidos).
En este momento, en un mundo en el que la inmensa mayoría nos sobreexponemos en internet, su frase cobra más sentido que nunca. Y cuando pienso en ello me vienen a la cabeza imágenes de alguna película en la que queda un último bastión de la resistencia que no quiere claudicar ante robots, las casas con domótica y todo un sistema que intenta controlarlos. No puedo evitarlo, a veces me nacen impulsos de unirme a ellos, pero todavía pienso que debe de haber alguna manera en la que aprovechemos todo lo bueno de la tecnología y de un mundo interconectado.
Para las autoras y autores es una cuestión fundamental. Hace poco en El País, Noelia Ramírez ahondaba en este tema Quién puede escribir por amor al arte: el silenciado coste de convertirse en autora en las dificultades que atravesamos. Además de lo que se subraya en el artículo, si quieres publicar (una editora me lo dijo claramente), tienes que tener creada una comunidad, ser activa en redes sociales... (que tengas un caldo de cultivo propio propicio para vender tus propios libros). Sin embargo, esa sobreexposición permite poco tiempo para la creación literaria. Vivir encadenada a los algoritmos creo que es terrible para cualquier autora, que tiene que dejar de lado su trabajo para centrarse en generar y compartir material multiformato cada vez de manera más exigente para llegar a las cotas de alcance necesarias.
Estuve trabajando durante algún tiempo en una cuenta de Instagram sobre literatura feminista, fruto de mi proyecto Librería Feminista Hache, pero nunca pude cumplir con los ritmos de publicación exigidos por la plataforma. Y no tenía claro que todo aquello fuera a ayudarme a conseguir los resultados deseados.
Sabía que eso no era para mi y que debía de haber en 2024 otras posibilidades para gente como yo, que lo único que queremos es escribir. Desinstalé de mi teléfono las redes sociales en agosto de 2023 y desde entonces gané mucho tiempo para mí misma y he meditado mucho sobre cómo llevar a cabo mis proyectos de escritura de una manera razonable. Sin tanta necesidad de autopromoción, centrándome simplemente en lo que quiero hacer. Sabía que lo que me interesa fundamentalmente es escribir textos de cierta extensión donde me dé tiempo a desarrollar un tema con mayor profundidad que lo que permiten las redes sociales. Pensé mucho en los ensayos, porque aunque he escrito algunos trabajos de ficción, solo me siento cómoda con una suerte de prosa poética breve y relatos cortos. Sin embargo, lo que más siento la necesidad de escribir es en formato reportaje, ensayo o perfil, géneros con los que me siento más “en casa” debido a mis trabajos como periodista.
El punto de inflexión fue encontrar Substack, una plataforma a medio camino entre el blog y el mailing que me recordó a los tiempos en que yo escribía blogs y me encantaba. Así que me he decidido por focalizarme en ella y adaptar mis proyectos a este formato.
Además, recuperando esas dificultades materiales de las autoras para conseguir sacar un rendimiento económico de su trabajo, esta fórmula es mucho más justa para quienes quieren dedicarse al oficio de escribir, ya que permite monetizar tu trabajo directamente mediante el modelo freemium: una parte del contenido es gratuito y otra, puedes hacerla de pago (la plataforma se lleva un porcentaje, pero es un acuerdo justo, mucho más justo del que se pueda obtener publicando libros).
Y, algo importante: hablamos de contenido independiente, no pagado por ningún medio de comunicación, empresa o editorial. Estás leyendo la información directamente de alguien que vuela sola.
Llegar a estas conclusiones no ha sido nada fácil pues en el camino he tenido que matar (igual que hablaba Virginia Woolf del Ángel del Hogar) al Espíritu de la Escritora Romántica. En mi cabeza he cambiado a esa escritora que escribe sola en una cabaña en la montaña y luego lucha para que una editorial confíe en su obra literaria; por esta otra que se abre un Substack.
Que bien escrito